En un contenedor imaginario se agolpan los carteles de anuncios que prometen eventos, venta de cosas usadas, cursos, viajes; para todo hay cabida en esta especie de contenedor colocado de casual en una calle muy transitada de la ciudad.
Carteles que son arrancados de forma sistemática por los trabajadores del consistorio, dejan los rastros de lo que pudo haber sido a modo de celo o papel roto en las paredes del metal.












